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.Otro fue quemado después de que todoslos que iban en él murieran de la fiebre amarilla y el último, se dice que lo embarrancó usted mismodespués de un ataque de locura y de golpear al piloto con un garrote. ¡Maldito estúpido piloto!  exclamó Abner. Y ahora le digo, ¿ quién querrá viajar con un hombre maldito como usted? O siquiera trabajarpara él.Yo no, se lo aseguro.Yo no.El hombre que había contratado para sustituir a Jonathon Jeffers le rogó una vez más a Abner quesacara el Eli Reynolds del tráfico de Nueva Orleans y que efectuara el trabajo en el alto Mississippi o enel Illinois, para los cuales estaba mejor dotado, o incluso el Missouri, que era duro y peligroso peroenormemente provechoso si el barco no se estrellaba contra los salientes.Abner Marsh se negó y seenfadó con el hombre al insistir éste.Pensaba que no había ninguna oportunidad de encontrar al Sueñodel Fevre en los ríos del norte.Además, durante los últimos meses había estado haciendo paradassecretas en ciertos puestos de leña de Louisiana y en islas desiertas del Mississippi y de Arkansas,tomando a bordo esclavos fugitivos y llevándolos al norte, a los estados libres.Toby le puso encontacto con un grupo llamado el  ferrocarril subterráneo , que preparaba todos los detalles.Abner250 Marsh no tenía ninguna simpatía a los malditos ferrocarriles e insistía en llamarlo el  río subterráneopero de todos modos se sintió satisfecho de esa actividad pues consideraba que, de algún modo, estabahaciéndole daño a Damon Julian.En ocasiones, se mezclaba con los huidos en la cubierta principal yles preguntaba por la gente de la noche y el Sueño del Fevre, imaginándose que quizá los negros conocíancosas que los blancos ignoraban, pero ninguno supo decirle nada de utilidad.Durante casi tres años, Abner Marsh continuó la búsqueda.Fueron años difíciles.En 1860, Marshestuvo muy endeudado a causa de las pérdidas que le ocasionaba el Reynolds.No le quedó más remedioque cerrar las oficinas que mantenía en San Luis, Nueva Orleans y otras ciudades del río.Las pesadillasya no le atormentaban como antes, pero con el paso de los años fue haciéndose más y más solitario.Aveces le parecía que los tiempos pasados con Joshua York en el Sueño del Fevre habían sido los únicosmomentos que verdaderamente había vivido, y que los meses y años transcurridos desde entonceshabían pasado como un sueño.Otras veces, pensaba todo lo contrario, que aquello los númerosrojos del libro de contabilidad, la cubierta del Eli Reynolds bajo sus pies, el olor del vapor o las manchassobre la alfombra amarilla nueva era lo verdaderamente real.El recuerdo de Joshua, el esplendor delgran barco que habían construido juntos, el frío terror que Julian le había inoculado aquello era elsueño.No era extraño, pues, que se hubieran desvanecido y que la gente del río le tomara por loco.Los acontecimientos del verano de 1857 parecieron todavía más irreales cuando, uno por uno,todos los que habían compartido alguna de las experiencias de Marsh comenzaron a marcharse.Elviejo Toby Lanyard se había ido al este un mes después de regresar a San Luis.Ser devuelto a laesclavitud una vez había sido suficiente para él, y lo único que deseaba ahora era alejarse lo más posiblede los estados esclavistas.Marsh recibió una breve carta del cocinero a primeros de 1858, en la que ledecía que había encontrado un buen empleo en un hotel de Boston.Después de aquello, no volvió asaber de Toby nunca más.Dan Albright se colocó en un nuevo y reluciente barco de palas a loscostados en Nueva Orleans.Sin embargo, en el verano de 1857, Albright y su barco tuvieron ladesgracia de estar en Nueva Orleans durante un violento brote de fiebre amarilla.Miles de personasmurieron, entre ellas Albright, y eventualmente llevó a la ciudad a mejorar su sistema sanitario para queno fuera tan parecido a una cloaca abierta durante el verano.El capitán Yoerger dirigió el Eli Reynoldspara Marsh hasta el término de la estación de 1859, cuando se retiró a su granja de Wisconsin, dondemurió en paz un año después.Tras la marcha de Yoerger, Marsh tomó personalmente el mando delbarco para ahorrar un sueldo.En aquel tiempo, sólo un puñado de rostros familiares permanecía entrela tripulación.Doc Turney había sido atracado y muerto en Natchez-bajo-la-Colina el verano anterior yCat Grove había abandonado el río por completo para dirigirse primero a Denver, después a SanFrancisco y, por último, a la China o al Japón, o a cualquier otro lugar dejado le la mano de Dios.Marsh contrató a Jack Ely, su viejo segundo maquinista del Sueño del Fevre, para sustituir a Turney, ytomó también a algunos marineros más que le habían servido en el desaparecido vapor, pero todosmurieron o se fueron o aceptaron otros empleos.Para 1860, sólo quedaban el propio Marsh y KarlFramm de todos los que habían vivido con ellos los días de triunfo y de terror de 1857.Frammpilotaba el Reynolds, aunque todas sus referencias le hacían candidato al timón de un barco muchomayor y más prestigioso.Framm recordaba de entonces muchas cosas que no comentar, ni siquieracon Marsh.Todavía conservaba su buen carácter, pero ya no salía relatar tantas historias, y Marshpodía ver en sus ojos un temor que nunca estuvo allí antes.Framm siempre llevaba una pistola consigo. Por si acaso los encuentro decía. Esa cosilla no va hacerle ningún efecto a Julian  se burló de él una vez Abner.Karl Framm conservaba todavía su taimada sonrisa, y su diente de oro brilló a la luz, pero no habíaalegría en su mirada cuando habló.251  No es para Julian, capitán.Es para mí.No volverán a cogerme con vida miró a Marsh.Puedo hacer lo mismo por usted, si llega el caso [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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