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.Luego, dirigi�ndose al rey Ricardo, elveterano pidió bruscamente:-�Cuento con vuestro permiso, majestad, para acompa�ar alservidor De Cre~y y al m�dico Maimónides?El esp�ritu rom�ntico del monarca ingl�s estaba cautivado porel caballeroso comportamiento de su adversario.Quiz�, en aquel bre-ve encuentro, cara a cara, la naturaleza po�tica de Ricardo recono-ció la misma cualidad m�gica en Saladino.Sea cual fuere la razón,205 lo cierto es que Ricardo Corazón de León gustosamente hubiera con-cedido cualquier petición relacionada con aquella dram�tica situa-ción.Tambi�n comprend�a que el tiempo era de suma importanciapara el malherido templario.-Vuestra petición est� concedida, servidor Belami.Permanecedjunto a De Cre~y el tiempo necesario, y mantenedme informadode la evolución del herido.-El rey permaneció pensativo unmomento-.El sult�n debe de tener una elevada opinión de nues-tro joven amigo.Eso le honra grandemente.Belami saludó a Corazón de León con la espada y prestamentevolvió a montar su blanco semental �rabe, que no hab�a sufrido da�oalguno en la ca�da.Seguidos por �l, los mamelucos regresaron len-tamente a sus propias filas, llevando a Simon, seguro en su litera,entre ellos.Sin pronunciar una palabra m�s, el rey Ricardo y Saladino se salu-daron, con la espada y la cimitarra, respectivamente.Envainando lasarmas como se�al de una tregua temporaria, se dispon�an a separar-se cuando Saladino se detuvo, sonrió y dirigió unas palabras por enci-ma del hombro a su estado mayor.Inmediatamente, un emir se ade-lantó, llevando de la brida un soberbio caballo �rabe blanco.Corazón de León no precisó int�rprete para que le tradujerael magnifico gesto de Saladino.Con una de sus caracter�sticas son-risas juveniles, Ricardo montó de un salto en la silla con adornosde plata.Tambi�n Saladino comprendió igualmente el gesto deagradecimiento del rey.384 385Fue aqu�l un momento m�gico, que todos los que presencia-ban sorprendidos la emocionante escena conservar�an amorosamentepor largo tiempo en la memoria.Fue en verdad un encuentro de tro-vadores.Sin decir nada m�s, Corazón de León hizo dar media vuelta asu montura y volvió al galope hasta donde le esperaban los lance-ros, observado con admiración por Saladino, que hab�a vuelto amontar su propio semental blanco como la nieve.Perfil�ndose con-tra la masa de su fuerza de caballer�a, formada en media luna, el sul-t�n, ataviado con el sagrado turbante efod verde del Profeta, ofre-c�a una imagen memorable.Con un grito de: ��Allahu Akbar! �Alabado sea Al�, el Se�orde la Creación!�, Saladino hizo corvetear a su montura y volvió sinprisa a reunirse con el ej�rcito sarraceno.En aquel momento, el sol, que se estaba poniendo, se hundióen el horizonte, toda su imagen roja como la sangre y deformada porla bruma marina.Como obedeciendo a una se�al de la Estrella delD�a, ambos comandantes se pusieron al frente de sus respectivosej�rcitos abatidos para alejarlos del sangriento campo de batalla;Saladino, retir�ndose a su campamento del bosque, y Ricardo, lle-vando a sus cruzados hasta la protección de las murallas de Jaffa,para hacer vivac all�.La batalla de Arsouf hab�a terminado.22El destinoAl amanecer del d�a siguiente, Saladino volvió al ataque y encontró alrey Ricardo sólidamente acampado fuera de las murallas de Jaffa.Resultaba evidente que seria dif�cil desalojar a los cruzados de aque-l�a posición, sobre todo teniendo en cuenta que la flota inglesa hab�allegado hasta cerca de la costa y reaprovisionaba a Corazon de Leóncon armas, comida y forraje para los caba]los.Prudentemente, Saladino retrocedio.En Arsouf, hab�a perdidom�s de siete mil hombres, incluyendo un n�mero considerable deemires.No pod�a permitirse sufrir muchas m�s bajas tan pronto.Elej�rcito m�s reducido del rey Ricardo apenas hab�a tenido setecien-tos muertos y heridos.En conjunto, hab�a sido una victoria rotundapara los cruzados.206 Sin embargo, ello no les hab�a llevado m�s cerca de la CiudadSanta.El avance sobre Jerusal�n significaria que primero el rey Ricardodeb�a establecer una base firme en Jaffa, y sólo entonces desviarsehacia el este para avanzar directamente por la antigua carretera roma-na que conduce a la capital espiritual de la cristiandad.La terceraCruzada a�n ten�a que hacer un largo camino.Corazón de León estaba ocupado en fortalecer las fortificacio-nes del peque�o puerto, levantando el castillo Mategriffon y uncampamento para su ej�rcito, protegidos por trincheras sólidas.Peroa�n encontró tiempo para ocuparse de la suerte de sus amigos tem-planos.Puede parecer raro que el monarca ingl�s se interesara tantopor los dos miembros del Cuerpo de Servidores.No obstante, �steera el caso, debido al firme v�nculo que se hab�a establecido entreellos en el campo de batalla, cuando los tres hombres lucharon codo387386a codo.Para Ricardo Corazón de León ese vinculo era m�stico y ata-ba a los camaradas de armas m�s estrechamente que si fuesen her-manos.Adem�s, el rey encontraba al apuesto joven normando m�s atrac-tivo que a Pierre de Montjoie, que hab�a sido su querido compa�erodesde que se uniera a Corazón de León en Mesina, Sicilia.La alegreirreverencia de Pierre hab�a encantado a Ricardo, pero la inteligenciay los sorprendentes conocimientos sobre los Misterios de Simon deCre~y hab�an despertado su inter�s.En realidad, desde el sitio deAcre, un sentimiento semejante al amor por el joven normando sehab�a filtrado en el corazón del monarca.El rey ingl�s sent�a la p�rdida del �ntimo compa�erismo de Simoncon tanto dolor como hab�a llorado la muerte de Pierre de Montjoie.Esperaba con impaciencia noticias de su evolución en manos del m�di-co de Saladino.Corazón de León ya hab�a enviado a Acre la noticia de las heri-das de Simon as� como de su tratamiento por parte del m�dico deSaladino, procurando que esta información no causara mucha angus-tia a Berenice de Montjoie.Aunque Ricardo se sent�a tan fuertementeatra�do por Simon de Cre~y, no sufr�a el tormento de los celos [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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