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.Bueno, tengo que cortar., eshora de tomar el café.Malsenn empezó a moverse a toda velocidad, dictando mates en dos o tres jugadasmientras se enfrentaba a los últimos y letales aros antimateria de la pista de obstáculos,haciendo un trabajo algo apresurado en los genes del whelk: su prisa tuvo como efectoque las señales que había sobre la concha de la criatura -que había tenido la intención deque mostraran la Oda a una urna griega, exquisitamente caligrafiada- se limitarían aformar una no muy hermosa transcripción mecanografiada de Gunga Din.Tras haber roto sus cadenas, Mansenn corrió hacia el espaciopuerto tan deprisa queprovocó unos cuantos informes sobre OVNIS curiosamente borrosos que volaban a bajaaltitud.Su pequeña nave de exploración, el Ratoncillo Estelar, le aguardaba en elespaciopuerto, armada con revientauniversos de varias tallas y totalmente repostada decombustible.En menos tiempo del que hace falta para entrar por una escotilla Mansennya habla entrado por la escotilla, se había lanzado sobre los controles y había dejadoatrás el sistema solar; sólo entonces, con la concentración en el deber momentáneamenterelajada, se dio cuenta de que su mano izquierda seguía haciendo malabarismos condoce sacos repletos de gránulos de tulio.Los dejó caer al suelo y preparó el rumbo haciadonde había estado Sirio: en lo alto, la estrella se había apagado sin armar jaleo.Comosiempre, el impulsor intergaláctico del Ratoncillo Estelar se basaba en un nuevo yasombroso principio concebido por Malsenn mientras estudiaba modelos de goma de lospatoides centurianos en su bañera.El Impulsor Axiomático tenía de raro que en ningúnmomento superaba la velocidad de la luz; en vez de ello, su campo antilógico redefiníadicha velocidad como algo infinito (más o menos), asegurándose con ello de que nohubiera ninguna necesidad de excederla.Un subproducto de esta variación axiomáticaera que se podía utilizar el E=mc2 de Einstein para extraer una cantidad infinita deenergía de una masa finita: la fusión de un solo átomo de hidrógeno bastaba paracualquier viaje, y dejaba un supéravit de energía infinito que era preciso almacenar enpilas.Y, entonces, lo imposible sucedió.En una transición tan rápida que la vida de Malsennsólo consiguió pasar ante sus ojos utilizando la velocidad de varios millones de imágenespor segundo, el fondo del universo se desprendió.Un instante después volvió a su sitio decostumbre, y el aturdido Agente Cósmico descubrió que su entorno había cambiado porcompleto.El Ratoncillo Estelar ya no existía; y sólo uno de los sacos con gránulos de tulioseguía a su lado en aquella extraña e iridiscente envoltura de un material indefinible peroindiscutible.A través de aquel algo iridiscente vio una terrible mueca sardónica y unabarba igualmente terrible., una mueca sardónica y una barba que sólo podían pertenecera su viejo enemigo, el archidemonio satánico, el critico y sibarita de los megagenocidios.¡Nivek!-¡Ja, ja! -dijo el malvado-.¡Volvemos a encontrarnos, maldito Agente Cósmico! ¿Cómopodías imaginarte mi más reciente aparato, mi trampa-botella de Klein, un invento todavíamás satánico que la caspa? ¿Cómo podías imaginarte que en cuanto dejaras laprotección de la Tierra yo podría redefinir el espacio de tal forma que, pese a que lasbotellas de Klein carecen de interior o exterior, tú te encontrarías aparentemente dentrode ella? ¿Cómo podías imaginarte que.?-La verdad es que ya me esperaba todo esto y he permitido que me atraparas -dijoMalsenn, sopesando disimuladamente el saco con los gránulos de tulio.Tenía lacorazonada de que podían resultarle útiles.-¿Cómo podías imaginarte que permitiendo que te atrapara estabas cayendo en unatrampa? -dijo Nivek
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