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.-Buena est� -dijo Sancho-; f�rmela vuestra merced.-No es menester firmarla -dijo don Quijote-, sino solamente poner mi r�brica,que es lo mesmo que firma, y para tres asnos, y aun para trecientos, fuerabastante.-Yo me conf�o de vuestra merced -respondió Sancho-.D�jeme, ir� a ensillar aRocinante, y apar�jese vuestra merced a echarme su bendición, que luego piensopartirme, sin ver las sandeces que vuestra merced ha de hacer, que yo dir� quele vi hacer tantas que no quiera m�s.-Por lo menos quiero, Sancho, y porque es menester ans�, quiero, digo, que meveas en cueros, y hacer una o dos docenas de locuras, que las har� en menos demedia hora, porque, habi�ndolas t� visto por tus ojos, puedas jurar a tu salvoen las dem�s que quisieres a�adir; y aseg�rote que no dir�s t� tantas cuantas yopienso hacer.-Por amor de Dios, se�or m�o, que no vea yo en cueros a vuestra merced, que medar� mucha l�stima y no podr� dejar de llorar; y tengo tal la cabeza, del llantoque anoche hice por el rucio, que no estoy para meterme en nuevos lloros; y sies que vuestra merced gusta de que yo vea algunas locuras, h�galas vestido,breves y las que le vinieren m�s a cuento.Cuanto m�s, que para m� no eramenester nada deso, y, como ya tengo dicho, fuera ahorrar el camino de mivuelta, que ha de ser con las nuevas que vuestra merced desea y merece.Y si no,apar�jese la se�ora Dulcinea; que si no responde como es razón, voto hago solenea quien puedo que le tengo de sacar la buena respuesta del estómago a coces y abofetones.Porque, �dónde se ha de sufrir que un caballero andante, tan famosocomo vuestra merced, se vuelva loco, sin qu� ni para qu�, por una.? No me lohaga decir la se�ora, porque por Dios que despotrique y lo eche todo a doce,aunque nunca se venda.�Bonico soy yo para eso! �Mal me conoce! �Pues, a fe quesi me conociese, que me ayunase!-A fe, Sancho -dijo don Quijote-, que, a lo que parece, que no est�s t� m�scuerdo que yo.-No estoy tan loco -respondió Sancho-, mas estoy m�s col�rico.Pero, dejandoesto aparte, �qu� es lo que ha de comer vuestra merced en tanto que yo vuelvo?�Ha de salir al camino, como Cardenio, a quit�rselo a los pastores?-No te d� pena ese cuidado -respondió don Quijote-, porque, aunque tuviera, nocomiera otra cosa que las yerbas y frutos que este prado y estos �rboles medieren, que la fineza de mi negocio est� en no comer y en hacer otras asperezasequivalentes.121 -A Dios, pues.Pero, �sabe vuestra merced qu� temo? Que no tengo de acertar avolver a este lugar donde agora le dejo, seg�n est� de escondido.-Toma bien las se�as, que yo procurar� no apartarme destos contornos  dijo donQuijote-, y aun tendr� cuidado de subirme por estos m�s altos riscos, por ver site descubro cuando vuelvas.Cuanto m�s, que lo m�s acertado ser�, para que no meyerres y te pierdas, que cortes algunas retamas de las muchas que por aqu� hay ylas vayas poniendo de trecho a trecho, hasta salir a lo raso, las cuales teservir�n de mojones y se�ales para que me halles cuando vuelvas, a imitación delhilo del laberinto de Teseo.-As� lo har� -respondió Sancho Panza.Y, cortando algunos, pidió la bendición a su se�or, y, no sin muchas l�grimas deentrambos, se despidió d�l.Y, subiendo sobre Rocinante, a quien don Quijoteencomendó mucho, y que mirase por �l como por su propria persona, se puso encamino del llano, esparciendo de trecho a trecho los ramos de la retama, como suamo se lo hab�a aconsejado.Y as�, se fue, aunque todav�a le importunaba donQuijote que le viese siquiera hacer dos locuras.Mas no hubo andado cien pasos,cuando volvió y dijo:-Digo, se�or, que vuestra merced ha dicho muy bien: que, para que pueda jurarsin cargo de conciencia que le he visto hacer locuras, ser� bien que veasiquiera una, aunque bien grande la he visto en la quedada de vuestra merced.-�No te lo dec�a yo? -dijo don Quijote-.Esp�rate, Sancho, que en un credolas har�.Y, desnud�ndose con toda priesa las calzones, quedó en carnes y en pa�ales, yluego, sin m�s ni m�s, dio dos zapatetas en el aire y dos tumbas, la cabezaabajo y los pies en alto, descubriendo cosas que, por no verlas otra vez, volvióSancho la rienda a Rocinante y se dio por contento y satisfecho de que pod�ajurar que su amo quedaba loco.Y as�, le dejaremos ir su camino, hasta lavuelta, que fue breve.Cap�tulo XXVI.Donde se prosiguen las finezas que de enamorado hizo donQuijoteen Sierra MorenaY, volviendo a contar lo que hizo el de la Triste Figura despu�s que se viosolo, dice la historia que, as� como don Quijote acabó de dar las tumbas ovueltas, de medio abajo desnudo y de medio arriba vestido, y que vio que Sanchose hab�a ido sin querer aguardar a ver m�s sandeces, se subió sobre una punta deuna alta pe�a y all� tornó a pensar lo que otras muchas veces hab�a pensado, sinhaberse jam�s resuelto en ello.Y era que cu�l ser�a mejor y le estar�a m�s acuento: imitar a Rold�n en las locuras desaforadas que hizo, o Amad�s en lasmalencónicas.Y, hablando entre s� mesmo, dec�a:-Si Rold�n fue tan buen caballero y tan valiente como todos dicen, �qu�maravilla?, pues, al fin, era encantado y no le pod�a matar nadie si no erameti�ndole un alfiler de a blanca por la planta del pie, y �l tra�a siempre loszapatos con siete suelas de hierro.Aunque no le valieron tretas contra Bernardodel Carpio, que se las entendió y le ahogó entre los brazos, en Roncesvalles.Pero, dejando en �l lo de la valent�a a una parte, vengamos a lo de perder eljuicio, que es cierto que le perdió, por las se�ales que halló en la fontana ypor las nuevas que le dio el pastor de que Ang�lica hab�a dormido m�s de dossiestas con Medoro, un morillo de cabellos enrizados y paje de Agramante; y si�l entendió que esto era verdad y que su dama le hab�a cometido desaguisado, nohizo mucho en volverse loco.Pero yo, �cómo puedo imitalle en las locuras, si nole imito en la ocasión dellas? Porque mi Dulcinea del Toboso osar� yo jurar queno ha visto en todos los d�as de su vida moro alguno, ans� como �l es, en sumismo traje, y que se est� hoy como la madre que la parió; y har�ale agraviomanifiesto si, imaginando otra cosa della, me volviese loco de aquel g�nero delocura de Rold�n el furioso.Por otra parte, veo que Amad�s de Gaula, sin perder122 el juicio y sin hacer locuras, alcanzó tanta fama de enamorado como el que m�s;porque lo que hizo, seg�n su historia, no fue m�s de que, por verse desde�ado desu se�ora Oriana, que le hab�a mandado que no pareciese ante su presencia hastaque fuese su voluntad, de que se retiró a la Pe�a Pobre en compa��a de unermita�o, y all� se hartó de llorar y de encomendarse a Dios, hasta que el cielole acorrió, en medio de su mayor cuita y necesidad [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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