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.Quien me tiene en este traje, a pie y mordido de perros,no es amor, sino desgracia m�a.Con estas razones que el mozo iba diciendo, iba Andr�s cobrando lo[s]esp�ritus perdidos, pareci�ndole que se encaminaban a otro paradero del que�l se imaginaba; y deseoso de salir de aquella confusión, volvió a reforzarlela seguridad con que pod�a descubrirse; y as�, �l prosiguió diciendo:-�Yo estaba en Madrid en casa de un t�tulo, a quien serv�a no como a se�or,sino como a pariente.�ste ten�a un hijo, �nico heredero suyo, el cual, as� porel parentesco como por ser ambos de una edad y de una condición misma,me trataba con familiaridad y amistad grande.Sucedió que este caballero seenamoró de una doncella principal, a quien �l escogiera de bon�sima ganapara su esposa, si no tuviera la voluntad sujeta, como buen hijo, a la de suspadres, que aspiraban a casarle m�s altamente; pero, con todo eso, la serv�aa hurto de todos los ojos que pudieran, con las lenguas, sacar a la plaza susdeseos; solos los m�os eran testigos de sus intentos.Y una noche, que deb�ade haber escogido la desgracia para el caso que ahora os dir�, pasando losdos por la puerta y calle desta se�ora, vimos arrimados a ella dos hombres,al parecer, de buen talle.Quiso reconocerlos mi pariente, y apenas seencaminó hacia ellos, cuando echaron con mucha ligereza mano a lasespadas y a dos broqueles, y se vinieron a nosotros, que hicimos lo mismo, ycon iguales armas nos acometimos.Duró poco la pendencia, porque no durómucho la vida de los dos contrarios, que, de dos estocadas que guiaron loscelos de mi pariente y la defensa que yo le hac�a, las perdieron (caso estra�oy pocas veces visto).Triunfando, pues, de lo que no quisi�ramos, volvimos acasa, y, secretamente, tomando todos los dineros que podimos, nos fuimos aSan Jerónimo, esperando el d�a, que descubriese lo sucedido y laspresunciones que se ten�an de los matadores.Supimos que de nosotros nohab�a indicio alguno, y aconsej�ronnos los prudentes religiosos que nosvolvi�semos a casa, y que no di�semos ni despert�semos con nuestraausencia alguna sospecha contra nosotros.Y, ya que est�bamosdeterminados de seguir su parecer, nos avisaron que los se�ores alcaldes deCorte hab�an preso en su casa a los padres de la doncella y a la mismadoncella, y que entre otros criados a quien tomaron la confesión, una criadade la se�ora dijo cómo mi pariente paseaba a su se�ora de noche y de d�a; yque con este indicio hab�an acudido a buscarnos, y, no hall�ndonos, sinomuchas se�ales de nuestra fuga, se confirmó en toda la Corte ser nosotroslos matadores de aquellos dos caballeros, que lo eran, y muy principales.Finalmente, con parecer del conde mi pariente, y del de los religiosos, 46despu�s de quince d�as que estuvimos escondidos en el monasterio, micamarada, en h�bito de fraile, con otro fraile se fue la vuelta de Aragón, conintención de pasarse a Italia, y desde all� a Flandes, hasta ver en qu� parabael caso.Yo quise dividir y apartar nuestra fortuna, y que no corriese nuestrasuerte por una misma derrota; segu� otro camino diferente del suyo, y, enh�bito de mozo de fraile, a pie, sal� con un religioso, que me dejó enTalavera; desde all� aqu� he venido solo y fuera de camino, hasta que anochellegu� a este encinal, donde me ha sucedido lo que hab�is visto.Y sipregunt� por el camino de la Pe�a de Francia, fue por responder algo a loque se me preguntaba; que en verdad que no s� dónde cae la Pe�a deFrancia, puesto que s� que est� m�s arriba de Salamanca.�-As� es verdad -respondió Andr�s-, y ya la dej�is a mano derecha, casi veinteleguas de aqu�; porque ve�is cu�n derecho camino llev�bades si all�fu�rades.-El que yo pensaba llevar -replicó el mozo- no es sino a Sevilla; que all� tengoun caballero ginov�s, grande amigo del conde mi pariente, que suele enviar aG�nova gran cantidad de plata, y llevo disignio que me acomode con los quela suelen llevar, como uno dellos; y con esta estratagema seguramente podr�pasar hasta Cartagena, y de all� a Italia, porque han de venir dos galerasmuy presto a embarcar esta plata.�sta es, buen amigo, mi historia: mirad sipuedo decir que nace m�s de desgracia pura que de amores aguados.Perosi estos se�ores gitanos quisiesen llevarme en su compa��a hasta Sevilla, sies que van all�, yo se lo pagar�a muy bien; que me doy a entender que en sucompa��a ir�a m�s seguro, y no con el temor que llevo.-S� llevar�n -respondió Andr�s-; y si no fu�redes en nuestro aduar, porquehasta ahora no s� si va al Andaluc�a, ir�is en otro que creo que habemos detopar dentro de dos d�as, y con darles algo de lo que llev�is, facilitar�is conellos otros imposibles mayores [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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