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.A juzgar por la forma enque frunc�a el ce�o, no parec�a encontrar el vuelo que deseaba.O, tal vez, a�n nosab�a qu� vuelo quer�a.Quiz� sus premoniciones no acud�an a �l de formainmediata y total; puede que tuviera que elaborarlas, desarrollarlas, sin saber haciadónde o a qui�n iba a salvar hasta encontrarse en el lugar indicado.Tras unos minutos, se dio la vuelta y cruzó el vest�bulo hacia el mostrador debilletes.Holly siguió manteni�ndose a una distancia razonable, observ�ndole delejos, hasta que cayó en la cuenta de que no conocer�a su destino a menos queestuviera lo bastante cerca como para escuchar a Ironheart comunic�rselo alempleado.De mala gana acortó la distancia que les separaba.Desde luego pod�a esperar a que comprara el billete, seguirle para averiguar aqu� puerta de embarque se dirig�a, y luego hacer una reserva en el mismo vuelo.Pero, �y si el avión despegaba mientras ella recorr�a a toda prisa los pasillos inaca-bables de la terminal? Tambi�n cab�a la posibilidad de engatusar al empleado paraque le dijera qu� vuelo iba a tomar Ironheart, argumentando que ten�a una tarjetade cr�dito que se le hab�a ca�do.Pero la compa��a pod�a encargarse de devolv�r-sela; o, si su historia les parec�a sospechosa, pod�an incluso llamar a los guardiasde seguridad.Una vez en la cola formada frente al mostrador de billetes, Holly se atrevió aacercarse hasta que sólo se interpuso una persona entre los dos.Era un hombrefornido, de barriga prominente, que parec�a un miembro de la Liga Nacional de F�t-bol deteriorado; desprend�a un olor corporal desagradable, pero le proporcionabauna considerable cobertura, por lo cual le estaba agradecida.La peque�a cola avanzó con rapidez.Cuando Ironheart llegó al mostrador,Holly se asomó con cuidado por detr�s del gordo y se inclinó hacia delante paraescuchar sus palabras.De pronto, por los altavoces surgió la voz suave y sensual de una mujeranunciando que hab�an encontrado a un ni�o extraviado.Al mismo tiempo, pasó ungrupo de bulliciosos neoyorquinos quej�ndose de la ostensible falta de �tica de losempleados de California, al parecer echando de menos cierta hostilidad.Laspalabras de Ironheart se hicieron inaudibles.Holly se acercó a�n m�s.El hombre gordo la miró con el ce�o fruncido, sospechando evidentemente quequer�a colarse.Holly le sonrió tratando de garantizar que no albergaba ningunamala intención y dando a entender que era perfectamente consciente de que pod�aaplastarla como a un insecto.Si Ironheart hubiera mirado hacia atr�s la habr�a descubierto sin dificultadalguna.Holly contuvo el aliento, oyó que el empleado dec�a: �.el AeropuertoO'Hare, de Chicago, sale dentro de veinte minutos.�, y volvió a escudarse tras elhombre gordo, que la miró de nuevo por encima del hombro con el ce�o fruncido.Se preguntó por qu� hab�a ido al aeropuerto de Los �ngeles para coger unvuelo hacia Chicago.Estaba segura de que hab�a numerosas conexiones conO'Hara desde el Aeropuerto John Wayne en Orange County.En fin.AunqueChicago estaba m�s lejos que San Diego, era preferible y m�s barato queHawai.Ironheart pagó el billete y se alejó presurosamente en busca de la puerta deembarque.Estaba satisfecha de s� misma.Cuando llegó al mostrador entregó una tarjeta de cr�dito y pidió un asiento enel mismo vuelo hacia Chicago.Por un instante, tuvo el terrible presentimiento deque el empleado le dir�a que el avión estaba completo.Pero quedaban plazas, yconsiguió su billete.La sala de embarque estaba casi vac�a.La mayor�a de pasajeros ya seencontraban en el avión.No hab�a ni rastro de Ironheart.Mientras avanzaba a lo largo de la puerta de embarque, semejante a un t�nel,Holly empezó a inquietarse ante la idea de que �l la viera dirigirse a su asiento porel pasillo del avión.Pod�a fingir que no le hab�a visto, o que no le reconoc�a si seacercaba hasta ella.Pero dudaba de que Ironheart creyera que su presencia en elavión se deb�a a una coincidencia.Una hora y media antes se habr�a enfrentado a�l.Ahora lo �nico que quer�a era evitar un enfrentamiento.Si la ve�a, cancelar�a suviaje; quiz� nunca m�s volver�a a tener la oportunidad de presenciar uno de susrescates milagrosos.El avión era un amplio DC-10 con dos pasillos.Cada fila de nueve asientosestaba dividida en tres secciones: dos asientos junto a las ventanillas del ladoizquierdo, cinco en el centro, y dos m�s junto a las del lado derecho.Holly ten�aasignada la fila n�mero veintitr�s, el asiento H, situado en el lado derecho, yseparado por otro asiento de la ventanilla.Mientras avanzaba por el pasillo,observó los rostros de los pasajeros en espera de cruzar su mirada con la deIronheart.De hecho, prefer�a perderle de vista hasta que llegaran al Aeropuerto deO'Hare.El DC-10 era un aeroplano inmenso.Aunque hab�a algunos asientosvac�os, se hallaban a bordo m�s de doscientas cincuenta personas
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