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.Cuando finalmente salimos de la choza anduvo humildemente los tres pasostradicionales tras de m� hasta que estuvimos fuera de la vista de los dem�s.Entonces seechó a mis brazos y estuvo a punto de tirarme de espaldas. Te quiero.�Oh, cómo te quiero! Te querr�a aunque fueras detestable.T� me hasrescatado de todo esto. Te habr�as rescatado t� misma, Nat. �Cómo hubiera podido? Nunca supe que existiera otro mundo.No, t� me liberaste, yahora soy una mujer completa. Yo tambi�n soy un hombre completo.La cosa funciona en los dos sentidos.Me condujo a su escondite de ni�a, un gigantesco cedro del L�bano al que se pod�a trepar,sentarse uno al lado del otro y unir las manos sin atraer c�usticos comentarios de loselementos conservadores del Erie. �Qui�n empieza, t� o yo? preguntó. T�. El se�or Hillel ten�a razón.M� hermano vino a verme. �Dónde os encontrasteis? En Boxton. Nunca supe que hubieras ido all�. Las m�quinas nos manten�an separados a propósito. S�.�Y? �Intentó tranquilizarte? No.Me atemorizó.No es tan sólo un chico travieso; es fr�o, fr�o, fr�o.Sin corazón. Ah. Ya no es mi hermano. No ahora, pero volver� a serlo. Me dijo que estaba en guerra sin cuartel con la raza humana, que estaba buscando estodesde hac�a m�s de mil a�os.Muerte y destrucción.Sin piedad. �Dio! Ya sab�amos que �l y la red no bromeaban. Me dijo que volviera a casa y me pusiera a salvo.La red no tiene acceso a la reserva.Hay otros lugares tambi�n.El Sahara y Brasil y.y.lo he olvidado porque no leescuchaba. �Por qu� no? Perd� el control.Le dije.�Por qu� est�s sonriendo? Porque s� lo que pasa cuando pierdes el control. Le dije que era un traidor contra m�, contra su familia, contra su pueblo, contra todo sumaravilloso mundo que t� me has hecho conocer. �Oh, boy! Deb�as estar realmente fuera de control. Lo estaba.Le dije que yo ya no era una squaw; que t� me hab�as convertido en unapersona pensante, independiente, y que har�a todo lo que estuviera en mi mano paradetenerle y para castigarle, aunque para ello tuviera que reunir a todas las tribus y todoslos pueblos del Erie para lanzarlos tras sus huellas.Tienen contactos con la MafiaInternacional, y no veo que hayan de tener problemas con �l y su maldita computadora. Muy bien dicho, Nat.�Querr�n ayudar las tribus y los pueblos? Estoy segura.Nos las hemos arreglado sin la electrónica durante generaciones, fuera delos sistemas de seguridad y otros juguetes parecidos, de modo que no nos vamos a dejarimponer por una vulgar computadora.Y adem�s nuestros bravos est�n muri�ndose deganas por lanzarse de nuevo al combate. �Incluso contra el hijo del Gran Sachem? No van a matarlo.Tan sólo lo asar�n a fuego lento, al buen estilo iroqu�s, hasta querecobre su lucidez.Eso bastar� para desintoxicarlo. �Le mencionaste a nuestro aut�ntico enemigo, el renegado? No. �Y qu� dijo �l de todo eso? Nada.Tan sólo se dio la vuelta y se fue como uno se levanta y se va de un sillón. �Para ir dónde? No me lo dijo. �A la c�psula? No lo s�.Se fue, y yo vine aqu�. Por supuesto.Y vas a quedarte aqu�. N. �Por qu� N.? Quiero ir contigo. �Natoma! �Edward!Discutimos tan duro que estuve a punto de caerme del �rbol.Enumer� todos los desastresque hab�a sufrido por culpa de la red de computadoras.Nada.Ni siquiera una l�grima porla destrucción del S�vres.Simplemente adoptó una actitud de profunda determinación.Eratan testaruda como el viejo golfo que era yo, y se hac�a lo que ella dec�a o nada.As� querenunci�.M� maldita esposa cherokee me hab�a echado encima su sortilegio indio.Consiguió incluso burlar la red ant�-Tchicago.Tomamos el enlace de Buffalo hastaPittsburgh.Luego, de Pittsburgh a Charleston.All� pens�bamos ir de Charleston aSpringfield y all� tomar el hovercraft hasta Tchicago.Pero alguien debió cometer un erroren el billete de Natoma.La llamaron a la taquilla de Charleston poco antes de la partida.Como su espang no era tan bueno como su XX�, la dej� en el enlace y baj� yo para verqu� suced�a.Discut� y discut� con los cabezas cuadradas de la compa��a, y ellos discutieron conmigo: elcontrol del ordenador (infalible), indicaba que el billete no era v�lido.Aplast� un doradopapel de a mil contra el mostrador y ped� otro billete.Pero r�pido, por favor.Fueronr�pidos, pero el control autom�tico lo era m�s, y el enlace alzó el vuelo mientras yoaguardaba.A treinta metros de altura, una explosión lo volatilizó, reventó las paredes de lasala de espera, y me sumergió en el olvido.11Nadie sab�a cual era su verdadero nombre, y nadie lo preguntaba.Era una ofensa mortalhacer tal tipo de preguntas en el Bajovientre.Le llamaban Capo Rip.Corr�an una docenade historias sobre su origen, pero era un mentiroso tal que ninguna de ellas pod�a serconfirmada: orfelinato (hac�a m�s de cien anos que ya no exist�a un solo orfelinato),bandas callejeras adoptado por la Mafia Internacional, sintetizado en un laboratorio,producto de la inseminación artificial de un gorila.Era de sangre fr�a, indiferente a lasmujeres, a los hombres, a los amigos, a los camaradas.Fr�o y duro.Era un jugadorposibilista con una memoria tal de las cifras y de las probabilidades que estaba proscritoen todas las salas de juego: lo inevitable era que hiciera saltar la banca.Pero el posibilismo le preven�a contra el asesinato.No era que tuviera escr�pulos conrelación a �l, sino que las posibilidades estaban demasiado en contra.Nunca corr�a unriesgo cuando las posibilidades estaban contra �l. Un tipo escribió un d�a que toda la vida es un juego de seis contra cinco en contra dec�a Rip.Yo nunca intento nada a menos que las posibilidades sean seis contra cinco afavor.S�, Capo Rip era un hombre instruido, y nunca apostaba al azar.Siempre intentaba tener labuena mano.Todo esto hab�a hecho de �l el canon ideal y el �dolo del mundo del Vientre.Para �l todoera negocio: robo, rater�a, extorsión, chantaje, corrupción.Gozaba de un respetotremendo.Y lo mejor de todo, el Vientre en pleno sab�a que se pod�a confiar en �l: nuncaenga�aba a nadie, cumpl�a r�pidamente con todos los contratos, y jam�s olvidaba unaobligación
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